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Como los campos florecidos en mayo, así, de los 28 a los 35 años ya parezco una mujer hecha y derecha. Dispongo de un buen caudal de energía para conquistar mis propios deseos. Es tiempo de cumplir proyectos como emprender un sueño o profesión, lanzarse a recorrer el mundo o formar una familia. Así lo viví yo al mudarme a Almería.
En esta fase tengo el don de ordenar y evaluar, lo que me lleva a preguntarme: ¿cómo está articulado el mundo y cómo puedo encajar dentro de él?
Hacia los 33 años, podemos liberarnos del yugo del pasado y comenzar a andar nuestra propia vida.
Encontrar a esa persona con quien poder compartir nuestra vida resulta vivificante. Asimismo, con el nacimiento de los hijos, en mi caso, al final del septenio, transitamos por un nuevo camino, salpicado de amor, aventura y sacrificio. ¡Qué gran sorpresa sentirme capaz de querer y cuidar a otro ser humano con una entrega total! Otras mujeres, sin embargo, se zambullen en proyectos personales y profesionales.
Despierto con mayor confianza para saber expresarme. De cualquier forma, invoco a mi guerrera interna para adaptarme y encontrar equilibrio. No quiero verme devorada ni por lo laboral ni por lo familiar. Quiero ser yo misma.
¿Qué valor tiene lo vivido hasta ahora?